¿Te creíste lo de «dedícate a algo que ames y no volverás a trabajar ni un día»? es mentira
Quien más quien menos, todos perseguimos alguna forma de “trabajo soñado”, bien porque deseamos cumplir un propósito (elevación del espíritu), bien porque hemos visto en algún sitio la famosa frase de “dedícate a algo que ames y así no trabajarás ni un día en tu vida” (elevación… de la vaguería :D) y francamente, quién no se apunta a este chollo?
Y tienes tu visión: te visualizas ya en un sitio de trabajo con grandes ventanales, dedicándote a algo dentro de tu «genius zone«, rodeada de gente que te inspira, con clientes que te adoran y que pagan lo que deben (y en fecha).
Wow! Te motiva tanto tanto esta visión que decides que es el momento y vas a por ello!
Te pones en marcha.
Pero caray, esto no es así, pím-pám, de un día para otro.
Esperabas que en el momento de tomar la decisión, se abrirían los cielos y caería a tus pies esa oferta laboral. En cambio el tema se alarga.
Y además, la cruda realidad es que incluso deseándolo con todas tus fuerzas, la mitad de los días no te apetece un pimiento hacer lo que tienes que hacer para lograrlo.
¿Por qué lo sé? Porque lo vivo en carnes propias.
Y como ya se sabe que los adultos tenemos la compulsión de enseñar aquello que necesitamos aprender nosotros, este post es, en realidad, una reflexión que me hice a mí misma que ahora comparto contigo.
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Luchar por alcanzar los sueños que uno tiene es maravilloso, y es increíble sentir que tienes la capacidad de lograrlos, pero en el camino hasta la cima, la realidad es que vas a tener que sacrificarte, vas a tener que enfrentarte a (muchos) miedos y dudas, y vas a tener que hacer muchas cosas, tareas, llamadas… que no te apetecerán ni un carajo hacer.
Y entonces flaquearás, procrastinarás, te pondrás excusas y hasta te cuestionarás si esto que sueñas es realmente para ti, porque si te falta motivación para hacer lo que tienes que hacer, ¿será que te estás equivocando?
Recuerda cuando eras pequeña, nunca te apetecía irte a la ducha, no querías ir al colegio, no querías recoger, hacer deberes… y si sólo hubiera dependido de ti, por mucho que supieras lo importante que era, te habrías dejado llevar por lo que te pedía el cuerpo: no hacerlo.
Ah, pero no dependía de ti: ahí estaban tus padres para obligarte, y vaya si se lo agradece uno ahora, verdad?
Pues en ese camino hacia mis sueños, me di cuenta que a menudo tenía esas regresiones, y volvía a ser esa adolescente a la que no le apetecía hacer nada que fuera incómodo y que se dejaba dominar por lo que le apeteciera y le motivara en ese momento.
Y claro, sin acción no hay avance. Sin avance, no se consiguen los objetivos.
Si esperamos a estar motivados para hacer lo que tenemos que hacer, no vamos a ninguna parte.
Si esperamos que no sea incómodo, que no nos saque de la tan manida «zona de confort», si esperamos que nadie nos vaya a juzgar, a criticar, que no tengamos que sacrificar nada, que nos aseguren con certificado y apostilla de la Haya los resultados… no vamos a ninguna parte.
Fácil no es, reconozco, pero no es imposible.
Cuando nuestro yo adolescente quiera tomar las riendas, quiera procrastinar, entretenerse en vez de hacer los deberes, encerrarse en su cuarto en vez de salir a relacionarse, debemos sacar nuestro «padre» interno… y OBLIGARNOS (siempre que no haya debajo un problema que haya que solucionar con terapia, claro, sino una resistencia natural ;).
Sí, forzarnos, obligarnos a hacer lo que sabemos que debemos hacer igual que nos obligaban nuestros padres; sé que es un verbo poco «políticamente correcto», que está en contra de las corrientes del buenrrollismo, del go with the Flow… pero es que simplemente no podemos sentarnos a esperar a que llegue la motivación o las musas o a que «se sienta bien» hacer algo cuando estamos persiguiendo nuestros sueños.
No podemos tomar decisiones importantes basadas en emociones temporales.
Como en La Princesa Prometida: si la razón que te mueve es «amor verdadero«, vale la pena hacer lo que tengas que hacer cuando hay hacerlo… aunque no te apetezca.
Si es preciso que saques contigo misma el progenitor que llevas dentro, hazlo, porque en el momento en que haces algo, se produce la magia:
La acción te lleva a la emoción de sentirte orgullosa, sentirte en control… y esa emoción generará la motivación que no tenías antes, y te ayudará con la siguiente acción.
En resumen:
Por mucho que te digan que trabajar en algo que amas es no volver a trabajar, puedo prometer y prometo que aún dedicándote a algo que te apasiona, muchas partes de ese trabajo no te apetecerán un pimiento hacer, pero también te puedo prometer que vale la pena, y que si dejas que esto te frene, te arrepentirás siempre por no haber luchado lo suficiente por tus sueños.
Hazme caso.
p.s.: ¿Estás en Instagram? Búscame, comparto cosas más personales ahí y me encantará que conectemos, soy @mlcobian
¡Una realidad absoluta!
¡Cuánta razón! No existe el trabajo perfecto, siempre habrá cosas que no nos gusten. Siempre hay que luchar, el que algo quiere, algo le cuesta. ¡Un saludo!
Ante todo, buen año nuevo, ML. Y excelente post, como siempre.
Yo venía a decir exactamente lo mismo que Mar Torres, y ya te lo he dicho en otra oportunidad.
Es decir, no creo que nadie sea tan ingenuo para creerse esta frase literalmente, no? Para los que aún son «crédulos», la frase apunta a que el concepto de «trabajar» es algo que parece obligatorio, que es insoportable, o un «mal necesario».
Pero cuando tienes un trabajo que te apasiona, casi que ni lo puedes llamar «trabajo», porque es como vivir, no sé, es estar en tu salsa, digamos.
Yo creo que, si algo le puedo «agradecer» a estos 10 años de sufrimiento en escuelas, es que nunca me va a faltar la esperanza de conseguir algo que valga la pena.
La frase que has puesto en negrita es genial. No podemos tomar decisiones importantes basándonos en emociones temporales. Por eso mismo hay que estar permanentemente autoevaluando nuestros sentimientos, y ver si lo que hacemos está alineado a nuestros valores y a nuestra visión y misión.
Otra cosa que puedo agregar a la frase, es que no podemos tomar decisiones importantes basándonos en otras personas. Esto lo descubrí en 2019: tengo unas compañeras de trabajo muy buenas (me tocaron todas mujeres), con las cuales me siento reconfortado, pero no por eso voy a estar en un lugar donde siento que no es donde debería estar, porque yo no me siento bien ahí con mi rol. Si pusiéramos una empresa privada todos juntos, no dudaría en trabajar con ellas, pero haciendo otra cosa. No podemos atarnos a trabajar con determinadas personas sólo porque nos caen bien, tenemos que estar en un trabajo en el que demos nuestro mejor servicio y sintamos que nos hace progresar, que nos satisface. Un trabajo que nos alegre el alma por el sólo hecho de hacerlo.
Yo creo que si tuviese a mano el camino que hay que recorrer para llegar a mi sueño, no habría cosa que me fuera imposible. Ahora ya tengo el destino, el lugar, que podrá variar un poco con el tiempo pero está dentro del mismo ámbito. Sé dónde quiero llegar, es algo que siempre supe, y me ha costado ver por distintos motivos.
Pero no tengo la ruta. Por eso me encantaría que ya vayas preparando, querida María Luisa, un programa especial para los que están en «Fase 4». Probablemente no te interese hacerlo, o tal vez sí, pero alguien con tu capacidad y experiencia no puede guardar esa luz adentro de un cajón. Somos muchos los que la necesitamos, sobre todo, los que ya hemos tenido malas experiencias con anteriores coaches virtuales.
Tú trabajas de JobJedi, ¿qué otra persona podría ayudarnos?
Por último, te quería decir que te queda muy linda la gráfica de la web. No pensé que te esforzaras tanto. O has aprendido o eres más hábil de lo que crees! A mí la verdad ese aspecto no me importa demasiado, me importa que el producto que ofrezco de resultados. Así que puedes ponerle el color o tipo de letra que a tí te guste.
Te mando un beso grande.
PD: Creo que no me llegó la notificación a mi mail de que publicaste un nuevo post, y me he registrado muchísimas veces.
Hola Maria Luisa,
Por una vez estoy en desacuerdo contigo,… yo trabajo en algo que me encanta, que deseo volver todos los dias a mi centro de trabajo. Cuando no he tenido ese sentimiento, he dado mi carta de renuncia inmediatamente, porque… ese no era mi lugar de trabajo. Ahora trabajo en una empresa que me encanta, paga cuando es debido y mi trabajo me apasiona, llevo 20 años dedicándome a lo mismo ¿por que sera? porque no he encontrado nada más que me llene tanto. Otra cosa son las empresas… eso es otro capítulo del libro.
Pero sí para mi la frase de Confucio de «trabaja en algo que amas y no trabajarás el resto de tu vida» tiene mucho sentido para mí. Frase que parafraseo Steve Jobs.
Un abrazo.
Qué ilusión encontrarte de nuevo por aquí, Mar! fuiste una de mis primeras clientas, hace casi 10 años! qué bueno que nos sigamos encontrando :)))
En cuanto a lo que comentas, entiendo lo que dices pero si te das cuenta no es contrario a lo que digo yo en el post – a mí también me apasiona lo que hago y además siento que estoy cumpliendo con mi propósito, pero eso no obsta para que tenga días malos, que tenga que reenfocar las cosas a veces, y desde luego, que tenga que hacer muchas cosas que ni me apetecen, ni se me dan igual de bien! Organizar lanzamientos de productos, montar anuncios, hacer cambios en la estructura de la página web… uf! son acciones necesarias pero ni me gustan especialmente ni me apetecen hacer! pero son parte integral y esencial de mi trabajo y las hago dando todo lo mejor de mí.
Voy a decir por eso que no adoro mi trabajo? no. Pero la realidad es que tengo que forzarme a hacerlo porque es parte del «sueño».
Y me apuesto lo que quieras a que tú también tendrás aspectos de tu trabajo que caen en esta categoría aunque adores lo que haces.
A lo que voy es que no hay que idealizar nuestros sueños, ni pensar que todo va a ser fácil, fluido y no va requerir esfuerzo. Tanto el camino para alcanzar tu trabajo soñado como el trabajo en sí mismo va a requerir en momentos que te esfuerces: pero siempre valdrá la pena.
Un fuerte abrazo!!